Periodismo científico en tiempos de pandemia (Parte 1)

Desde el punto de vista periodístico, la irrupción en el mundo de la COVID-19 tiene todos los elementos y factores que la hacen material apropiado para convertirla en noticia, entre ellos proximidad, actualidad, importancia, conflicto, afectación a grandes grupos humanos, interés político y económico, descubrimientos y hasta suspenso.  Los productos informativos comprenden las cifras de infectados y de muertos —verdaderos partes de guerra—, las pérdidas económicas por el cese obligatorio de actividades, el equipamiento o falta del mismo para la atención de los enfermos, las declaraciones y decisiones gubernamentales de distintas instancias para frenar el contagio, las políticas de confinamiento y las informaciones que se refieren propiamente a los aspectos científicos del coronavirus —por hacer una somera clasificación.

Así vemos que la información periodística sobre la pandemia de COVID-19 se puede ubicar en las secciones de ciencia, de salud, de política, de economía, de sucesos, de ciudad, porque el alcance de la enfermedad es mundial y ha incidido en todas las actividades sociales, y porque recoge hechos de distinta naturaleza. Pero si pudiéramos caracterizar lo que se ha dicho sobre la COVID-19 desde su aparición, tendríamos que incluir tres palabras: sobreinformación (infodemia), contradicción y confusión.

La pandemia de 2020, por sus alcances y consecuencias, genera informaciones que pueden abarcarse desde distintas ópticas, entre ellas a la luz del periodismo científico (PC), pues tanto las características y el comportamiento del coronavirus SARS-CoV-2 así como los mecanismos para prevenir la enfermedad, tratarla y curarla, son temas de las ciencias biológicas y de la salud.

Definimos el periodismo científico como una especialización que se dedica a la información y análisis de las novedades del mundo de la ciencia, la tecnología y la innovación, a través de los medios de comunicación, que se expresa mediante diferentes géneros y formatos propios del periodismo. Al suministrar informaciones, análisis y opiniones sobre temas vinculados a la ciencia,  así como mostrar los distintos puntos de vista que se pueden presentar al respecto, el PC cumple una labor informativa, educativa y también puede contribuir a la posibilidad de un debate ciudadano sobre dichos temas. 

También encontramos que esta información puede abarcar simultáneamente distintos ámbitos, como la política y la ciencia. Un ejemplo es la noticia sobre el llamado que hizo el presidente de la Asamblea Nacional Constituyente de Venezuela, Diosdado Cabello, a investigar a los miembros de la Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales, por causar alarma con un informe donde se proyectaba que entre junio y septiembre de 2020 podría haber entre un mil y cuatro mil casos positivos diarios en el país. Esta información fue publicada en el portal de CNN en Español el 14 de mayo de 2020. Tres meses después, el 19 de agosto, la Vicepresidencia de la República reportó 1171 nuevos casos.

Si nos centramos, por ejemplo, en el desarrollo de la vacuna para contrarrestar el coronavirus, como periodistas no podemos dejar a un lado las implicaciones de ese logro científico, así como tampoco los intereses económicos y políticos que supone, las expectativas de la sociedad y las dudas y preguntas que se generan ante un producto que se está desarrollando bajo una presión inusual para ver si se logra contener el manto de muerte que cubre el planeta desde el inicio de la enfermedad. Sobre el papel del periodismo científico en la pandemia, queremos reflexionar en estas líneas.

Las redes desplazaron al periodista profesional como suministrador casi exclusivo de información noticiosa a los ciudadanos. La horizontalidad que conlleva un modelo de emisores múltiples ha abierto puertas pero también abismos. Así como ya nadie dice que algún asunto es cierto porque salió en los periódicos, mucha gente afirma que algo es verdad porque lo vio en internet.

El periodismo científico que se hace sobre el SARS-CoV-2, causante de la COVID-19, compite con un tipo de información muy poderosa, especialmente a través de las redes, por su componente de conflicto. Se trata de la que difunden grupos negacionistas, que rechazan la existencia de la pandemia, atribuyendo a componendas políticas las medidas tomadas para el confinamiento, advirtiendo el supuesto peligro de la vacunación masiva una vez descubierta la vacuna, los intereses de grandes transnacionales para aprovecharse de la situación, etc. En Europa han surgido asociaciones de “Médicos por la verdad” que refutan la letalidad del virus y cuestionan buena parte de las directrices para evitar el contagio, obligatorias en muchos países. Su autoridad como galenos los hace fuente legítima de información y opinión. Y allí, confuso y en medio de dos aguas, está el ciudadano.

Y es que la confiabilidad de las fuentes, su selección, su acreditación, su pertinencia, en fin, su autoridad, es un asunto muy serio cuando se hace todo tipo de periodismo, y para el PC esta es una regla de oro.

Las fuentes

En todas las especialidades del periodismo —y el PC no es una excepción—  la confiabilidad de las fuentes es fundamental para ofrecer información de calidad, segura. En Venezuela, esa condición se ve vulnerada entre otras causas por la opacidad de los organismos gubernamentales a la hora de suministrar datos, cifras, estadísticas. Peor aún, por informaciones contradictorias de las mismas fuentes oficiales.

El 11 de agosto de 2020, María Fernanda Rodríguez, corresponsal del portal de noticias El Pitazo y también profesora de la Universidad de Los Andes, reportó que en esa fecha las autoridades contabilizaban tres cifras distintas de casos de COVID-19 en Mérida. Tres fuentes oficiales arrojaron números diferentes de contagiados para el 10 de agosto: La Gobernación, 589; el blog del Sistema Patria, 541; y la Corporación para la protección del pueblo de Mérida (Corpomérida), 583. Estas incongruencias comenzaron a manifestarse, según Rodríguez, el 3 de agosto. El día 14 de ese mismo mes, la misma periodista publicó en El Pitazo que en 17 estados de Venezuela, las cifras COVID-19 difieren del registro nacional (Rodríguez, 2020).

Sin embargo, esta situación se presenta también con fuentes gubernamentales en distintos países, como es el caso de China, país señalado como el foco inicial de la enfermedad, cuyo sistema político controla férreamente la información, por lo cual las fuentes oficiales chinas suelen estar bajo sospecha para los periodistas científicos no comprometidos ideológicamente con ese régimen.

Al periodismo en estos tiempos le ha tocado la tarea de contrastar permanentemente las informaciones de fuentes oficiales gubernamentales sobre tratamientos y características de la COVID-19. Recomendaciones de presidentes de países como Estados Unidos, México, Venezuela, Brasil, por citar algunos de nuestro continente, sobre la letalidad del coronavirus o sobre terapias caseras o medicamentos para atacarlo han sido refutadas por especialistas del área de salud. Opiniones encontradas de expertos que hacen más complejo el manejo de las fuentes periodísticas a las que acuden los periodistas científicos o de salud que cubren en estos tiempos aciagos la pandemia.

No solamente la confiabilidad, sino el acceso a las fuentes puede hacer más complicado ¿el quehacer del periodista científico en tiempos de pandemia. Las universidades son el locusde la investigación académica, pero en Venezuela la emigración de numerosos investigadores por los problemas internos del país o la limitada actividad presencial de los científicos en las casas de estudio o centros de investigación a causa de las medidas de confinamiento o la escasez de gasolina para movilizarse dificultan el acceso a fuentes científicas nacionales. Buena parte de la información, análisis y opinión sobre la COVID-19, el desarrollo de vacunas o de tratamientos, o nuevos hallazgos sobre el comportamiento del microorganismo, viene de fuera de nuestras fronteras.

La sobreinformación

Para la Organización Mundial de la Salud (OMS), el mundo, además de enfrentarse a la pandemia de la COVID-19, se enfrenta también a lo que denomina una “infodemia”:

Las infodemias son una cantidad excesiva de información sobre un problema que dificulta encontrar una solución. Durante una emergencia de salud, las infodemias pueden difundir errores, desinformación y rumores. También pueden obstaculizar una respuesta efectiva, así como crear confusión y desconfianza en las personas con respecto a las soluciones o los consejos que se plantean para prevenir la enfermedad. (OPS, 2020:2).

Infodemia más fake news son una llave peligrosa. El periodista Tomás Marchetta escribió en abril:

En estos días, es imposible que el coronavirus no monopolice la agenda de medios de comunicación, charlas familiares, clases virtuales y oficinas caseras. Pero hay otro mal que nos aqueja mundialmente, cuyo virus, las fake news, se propagan a una velocidad difícil de controlar: la infodemia o epidemia de la desinformación. A veces, hay una intención detrás de su difusión, pero otras, colaboramos con su transmisión sin darnos cuenta, por no chequear un dato que nos llega o por confiar en la fuente equivocada. Para combatir esta epidemia, el primer paso es reconocer que todos estamos expuestos a ella. (Marchetta, 2020).

En este mismo sentido, el profesor de la Universidad de Los Andes, Jorge Moret, escribió:

Ante la pandemia de la COVID-19, lo cierto es que estamos profundamente conmovidos y afectados ante lo atípico, inesperado e incierto de la situación. De allí se alimenta y tiene eco la desinformación. Paradójicamente, estamos intoxicados de contenidos. En medio de esta vorágine, nos cuesta hacernos un juicio certero, porque nos enteramos de todo y a la vez de nada. (Moret, 2020).

Manuel Calvo Hernando, fundador del periodismo científico moderno en Iberoamérica, se refirió a la incomunicación de la ciencia, que “se produce por un exceso de información que se vuelve desinformación, ruido. Hay demasiados caminos, demasiados argumentos, demasiadas citas, demasiadas opciones”. (Calvo Hernando, 2006:108).

La infodemia de la COVID-19 satura, confunde, está llena de esos excesos: el de caminos para explicar la pandemia (desde la creación del coronavirus en un laboratorio chino hasta su paso a los humanos por el consumo de algunas especies de animales silvestres); el de argumentos (que defienden determinados tratamientos o tomar ciertas infusiones, pasando por la distancia social determinada y hasta la letalidad del microorganismo que para algunos es “una simple gripecita”); el de citas (de especialistas que tienen puntos de vistas encontrados, que defienden o alertan sobre el uso de medicamentos, o sobre el desarrollo de determinadas vacunas); la variedad de opciones (vacunarse o no, los distintos tipos de mascarilla, la distancia social recomendada) solo por citar algunos de estos excesos que, por sobreinformación, llenan al ciudadano de confusión o lo saturan a tal punto que ya no quiere saber más sobre un tema que lleva demasiados meses copando los telediarios, los periódicos, las redes.

El reto de informar, analizar e interpretar, que ha sido la función tradicional del periodismo, se hace más complejo en la actualidad con la expansión del ciberperiodismo y de esto no escapa el PC en tiempos de pandemia. El profesor Jesús María Aguirre, uno de los más prestigiosos investigadores de la comunicación en Venezuela, afirma que “…el relativismo de las perspectivas que entraña el crecimiento exponencial de puntos de vista —particularmente Internet— en la práctica profesional hace que estalle la noción del observador objetivo de los hechos y de la confianza privilegiada en fuentes institucionales burocratizadas, sean públicas o privadas” (Aguirre, 2008:81). Más adelante se pregunta: “¿Cómo informar en un mundo en el que prevalecen los simulacros mediáticos frente a los presuntos hechos netos?” (Aguirre, 2008: 82).

Referencias

Aguirre, J. M. (2008) “Ciberperiodismo ¿Un postperiodismo?” En Arcila, C. (2008), coordinador. Comunicación Digital y ciberperiodismo. Nuevas prácticas de la Comunicación en los entornos virtuales. Caracas, UCAB. pp. 81-82.

Calvo Hernando, M. (2006). La ciencia como material informativo. Relaciones entre el conocimiento y la comunicación, en beneficio del individuo y la sociedad. Madrid, Editorial CIEMAT.

Marchetta, T. (2020). Infodemia y fake news: un decálogo para comunicar contenidos científicos. Recuperado de https://www.wikimedia.org.ar/2020/04/03decalogo/especie

Moret, Jorge (2020). Desinformación y COVID-19: Un cóctel explosivo. Premio III Concurso de Redacción WeAreContent 2020. Categoría Ciencias Sociales. Miami, EE.UU.

O.P.S. Organización Panamericana de la Salud (2020). COVID-19. Consejos para informar. Guía para periodistas. Recuperado de https://www.paho.org/es/documentos/covid-19-consejos-para-informar-guia-para-periodistas.

Rodríguez, M.F. (2020). En 17 estados de Venezuela las cifras COVID-19 difieren del registro nacional.  Recuperado de https//elpitazo.net/salud/en-17-estados-de-venezuela.las cifras.covid.19-difieren.del registro-nacional/. (14/08/2020)

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