Nightcrawler, Wag the dog, Show de Truman

Por:  Gustavo Hernández

I.- Periodismo ciudadano, posverdad y fake news son expresiones que responden a la cultura digital de nuestro tiempo. Ciberneologismos del siglo XXI. La Comunicología ha sido más descriptiva y menos explicativa y crítica en lo concerniente a los fenómenos sociales mediados por Internet. Desde la academia, se decretan Sociedades del Conocimiento pero no se ejercita el debate en las Sociedades de la Investigación en Comunicación.

Para comenzar no nos leemos en nuestra propia comunidad científica. Estudiantes sin interés alguno en comprender la comunicación. Anécdota: un profesor preguntó quién era Antonio Pasquali y el estudiante dijo algo así: “alguien que murió recientemente”. Otro profesor preguntó quién era Héctor Mujica y con seguridad escalofriante, el estudiante aseveró: “el presidente Mujica de Uruguay”. Los estudiantes desconocen a los investigadores venezolanos de la comunicación. Y a los internacionales también.

Educación e investigación en comunicación van de la mano. Si en las escuelas de comunicación no se enseña sobre la importancia de las teorías en el razonamiento crítico entonces no esperemos un futuro promisorio para la Ciencia de la Comunicación. Esperemos eso sí: anticiencia y pseudociencia y modas conceptuales.

Cuando un investigador no pasa de la mera observación y descripción de los hechos, entonces no existe una comprensión integral de la comunicación. Manuel Martín Serrano enseña que un universitario que curse estudios en comunicación tiene que aprender a distinguir entre la obra del científico y del manipulador. El científico está interesado en que el estudiante aprenda a pensar y a cuestionar la realidad. En la otra orilla, el manipulador, en palabras de Martín Serrano: “dirige, el comportamiento de las personas hacia el objetivo que el profesionalde la comunicación tenga encomendado”. (Léase: ¿Para qué sirve estudiar teoría de la comunicación? de Martín Serrano).

Urge que los universitarios aprendan a pensar la comunicación desde la cultura. Se solicita estudios con una lectura teórica y crítica de las sociedades: en red, posindustrial, consumista y tecnológica. La comunicología y, por supuesto, las ciencias en general, lo agradecerán.

II.- Pero ¿quién es Bloom? Internautas emulan el rol de los periodistas, entrevistan, registran y propagan en redes sociales acontecimientos que los medios informativos tradicionales, colegiados, no pueden ni cubrir ni examinar. Problema deontológico que no se ha debatido profunda y extensamente en gremios ni universidades. ¿Qué sentido tiene estudiar la carrera universitaria de comunicación social si cualquier persona por el hecho de globalizar un acontecimiento ya es calificado de periodista ciudadano? Es tan peligrosa esta expresión que también pudiéramos hablar de médico, filósofo, economista y de psiquiatra ciudadano. No faltan los tartufos en medios digitales que en su condición de un minuto de éxito (se les llama youtuber), prescriben recetas médicas y fingen autoridad intelectual sin haber leído y si han leído algo no traspasan las fronteras de Wikipedia, aunque agradezco enormemente esta enciclopedia social en la red.

Previo a Internet, también han existido los espontáneos que se lanzan el ruedo del periodismo. Es un personaje que está decido a llamar la atención de las audiencias. Influir en ellas. Me viene a la mente Nightcrawler de Dan Gilroy. La película estrenada en 2014, cuenta la historia de un joven, Louis Bloom, que se dedica a registrar con su cámara los crímenes en la ciudad de Los Ángeles.

El señor Bloom es el señor sin escrúpulos; el canal también. Se perfila entonces una relación “ganar-ganar”. Bloom es un pescador noctámbulo de crímenes. Persigue fama y dinero. Lo logra. Bloom no está al margen del espectáculo televisivo. Él es el propio ADN del espectáculo. Y dice estas frases: “Si sangra, manda”. “No puedo poner en peligro el éxito de mi empresa para retener a un empleado indigno de confianza”. (En Google: Nightcrawler pasará a la historia como clásico del cine).

Las teleaudiencias de Bloom consumen, cada noche, su crimen a la carta. Nunca en diferido. Héctor Lavoe cantaría: “Es un periódico de ayer que nadie más quiere ya leer”. Anunciantes invierten en Bloom. Se trata de “noticiar” el espectáculo. No cabe reportero con licencia ni deontología. Ni éticas confeccionadas a la medida para las empresas del espectáculo.

De eso va Nightcrawler. La noticia es rápida y furiosa. Los Ciudadanos Bloom en la era de la información no dependen de los canales televisivos. Son prosumidores, productores que generan contenidos en redes sociales, Youtube, Facebook, Instagram. ¡Cómo no alertarlo! El Estado Islámico “prosume” (produce) su ciber-terrorismo. Paradójico: estos los dementes necrofílicos rechazan a Occidente pero emulan narrativas de películas de terror. Usan la tecnología de la industria hollywoodense. Serializan decapitaciones con efectos especiales a escala global.

III.- El Diccionario Oxford define “Posverdad” como la circunstancia en que “los hechos objetivos tienen menos influencia en formar la opinión pública que las apelaciones a la emoción y las creencias personales”. Los “hechos objetivos” según el Diccionario Oxford afectan en menor medida a las audiencias de medios o usuarios de Internet. Nada nuevo agrega este concepto a las ciencias humanas y concretamente a la psicología social y al psicoanálisis fundacional. Reiterar que en todo proceso comunicacional se apela a las emociones para conquistar la atención en las personas en su condición de audiencias y prosumidores, resulta una verdad de Perogrullo.

Posverdad tampoco no es un término inédito en las Ciencias de la Comunicación. Un ejemplo sin extenderme. La Teoría de la Información del lingüista y filólogo ruso Roman Jakobson, sostiene que en toda comunicación priman seis funciones: emotiva, conativa, referencial, metalingüística, fática y poética. Estamos hablando de una teoría concebida en los sesenta del siglo XX, una teoría para la comunicación cara a cara, para los medios masivos sin la convergencia digital a lo Henry Jenkins. Por cierto, en los sesenta el astronauta Neil Armstrong piso suelo lunar el 21 de julio de 1969, noticia transmitida vía satélite a escala mundial televisiva.

Wag the dog (Cortina de humo), película estadounidense dirigida por Barry Levinson en 1997, centra su tema en lo que el Diccionario Oxford define como Posverdad. Un presidente norteamericano es acusado de abuso sexual. El gobierno inventa una guerra con Albania para reorientar la atención de la opinión pública. Agenda setting emocional. Los asesores del presidente tratan de que éste no pierda votos y que mantenga su prestigio como gobernante a once días de reelección. Conrand Brean (Robert de Niro) asesor del presidente y Stanley Motss (Dustin Hoffman) un productor de cine y de televisión de Hollywood se ocupan de manipular la política, la prensa, y de sobredimensionar nacionalismos y símbolos patrióticos norteamericanos. Una dupla de intereses muy estratégicos que trata de influir en la decisión electoral a favor de un presidente cuestionado en los medios y que, además, aspira a su reelección.

La Posverdad entonces es una mentira que se construye desde la emoción y la tecnología. Me lo dijo de manera sencilla una colega de la UCAB, luego de haberme infoxicado con el tema. Se puede mentir haciendo uso de la tecnología. La audiencia ve a Truman por la tele desde su nacimiento. Mentimos para no hacer sufrir a un niño innecesariamente. Guido miente a su pequeño hijo para protegerlo de los horrores de un campo de concentración nazi. La vida es bella, según Guido. Otra faz de la mentira: La oportunidad de ser diferente. ¿Qué haría usted en una sociedad donde nadie miente y que la verdad sea muy cruel para aceptarla todo el tiempo? No sería mejor que la verdad se complementara con alguna mentirilla ocasional.

Show de Truman, La vida es Bella y Mentira Original plantean este dilema ético: si decir la verdad conviene o mentir a veces resulta necesario. O por qué no decimos todo lo que pensamos. Por cierto, las éticas de la comunicación que se enseñan en las universidades no son más que un recetario de leyes sobre la responsabilidad del comunicador.

La esencia vital de la ética se desaprovecha cuando no hay debate sobre el bien y el mal, lo correcto y lo incorrecto, en suma, cuando no se habla sobre el buen vivir sin perjudicar a terceros. Hay suficiente material en el cine, la televisión y en las redes sociales para superar la ética positiva basada en leyes. Para qué sirve una ética si huye de la realidad, si no discierne en el asunto de las morales que se difunden en los medios informativos y de entretenimiento. Es una ética que no se comunica y que al callar suscribe preconceptos y estereotipos como el de la Posverdad. (Recomiendo en Google: 10 películas para reflexionar sobre la mentira en el aula).

Posverdad nos lleva a pensar en la relación entre la opinión pública y la comunicación política en el mundo digital. Influir en la opinión pública supone, entonces, convencer en términos políticos, económicos e ideológicos. El ingrediente básico de un mensaje no será la argumentación racional sino la ideología y sus estereotipos, la propaganda que despierta miedos atávicos de las personas.

IV.- Otra palabrota del mundo líquido de Zygmunt Bauman, acuñada en las redes sociales, es Fake news. Para Wikipedia: “Las noticias falsas son un tipo de bulo que consiste en un contenido seudoperiodístico difundido a través de portales de noticias, prensa escrita, radio, televisión y redes sociales y cuyo objetivo es la desinformación.”

Sin embargo, esta expresión en el campo de la comunicación es realmente insostenible. Es un oxímoron. Una noticia no puede ser falsa porque se parte del principio de que una noticia es un hecho objetivo que conmociona o cambia el rumbo de la historia. Una noticia parte del principio de la realidad. Lo que se haga luego con la noticia depende del valor de la ética y de la deontología en la sociedad de la información.

Es pertinente, entonces, la observación que nos hace la profesora Gloria Cuenca sobre la distinción entre noticia e información:

La noticia, de news, se refiere al hecho novedoso, raro, actual, de preeminencia, entre otros factores y elementos que obligan al periodista darle difusión. Si no lo hace, recibe lo que en el argot de la prensa se llama tubazo. Mientras que la información, dato reductor de la incertidumbre, siguiendo la definición usada por la cibernética, sólo será difundida vía los medios, cuando además de reducir la incertidumbre, es noticia.”

El impacto de una noticia como los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos, obviamente, generó enorme desasosiego mundial. Una de las funciones de los medios masivos, en aquel momento, consistió en informar que se trataba de una serie de atentados terroristas cometidos por miembros de la red yihadista Al Qaeda.

Es oportuno recordar también lo que dice Gloria Cuenca sobre uno de los postulados de la Ética de la Información: “Tendría que ver con reducir la incertidumbre de quien así lo haya pretendido. Para ello, la información, debe cumplir con requisitos, que son exigidos, también a la noticia. Debe ser veraz. Puede entender cómo la falsedad o veracidad de un hecho permite la reducción, la eliminación o la ampliación de la incertidumbre.” (Léase Ética para periodistas (1980); y La enseñanza de la ética (1986); obras de profesora Gloria Cuenca).

Vital la educación mediática y digital para fomentar una lectura crítica de la sociedad en red. Para formar ciudadanía y fortalecer valores humanos y democráticos. La educación, sin duda, es la respuesta ante la Posverdad y Fake News, ante Second Life, infoxicaciones, desinformaciones y rumores, ante el ser digital aislado, solitario, que anhela popularidad en las redes bajo la convicción de que es suficiente con ser viral, tendencia o influencia, aunque sea por un día.

El autor es profesor Titular de la UCV y Director del Centro de Investigación de la UCAB.

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