Los temores de Shaheen

… o sobre las campañas contra la vacunación

En 1921 las autoridades británicas de Palestina encarcelaron a un médico llamado Shaheen. Hasta donde sabemos, no se trataba de un líder nacionalista, ni de alguien involucrado en los disturbios que ya hacían de la zona un sitio conflictivo. El motivo de su detención era otro, aunque no por eso dejaba de ser un desafío a las autoridades coloniales.

Cuando en Duwaimeh, una aldea cerca de Hebrón, estalló un brote de viruela, Shaheen lo atendió con la rapidez y eficacia que ya lo habían hecho muy prestigioso. Pero cuando los británicos decidieron emprender una vacunación masiva se opuso a ella con la misma convicción. Al final, a las autoridades no les quedó más remedio que meter preso a Shaheen para acabar con su campaña contra las vacunas, y obligar a las familias a que se vacunaran.

A cien años de aquellos hechos, podemos ver que los temores de Shaheen no fueron, como probablemente interpretaron las autoridades británicas, un asunto de “bárbaros” remisos a la ciencia moderna. Están bastante más extendidos de lo que podríamos haber imaginado, ocupan a personas con formación universitaria, que han estado toda su vida en cercanía de la medicina occidental moderna y que, por lo general, la aceptan sin reparos en otros aspectos. 

Shaheen era un médico tradicional, que no había ido a la universidad. Tan pronto se identificaron los primeros casos de viruela, aplicó la variolización de los aldeanos. Se trata de una práctica de la medicina tradicional del Medio Oriente cuyo principio es, básicamente, el mismo de las vacunas: inocular la enfermedad poniendo a las personas en contacto con membranas contagiadas o con costras de la viruela en hendiduras en la piel. No en vano es considerado como uno de los grandes aportes de la ciencia islámica clásica.

De modo que Shaheen tenía bastante más credenciales que la mayor parte de los anti-vacunas del día de hoy. Desde que apareció la vacuna de la viruela ha despertado temores.  Las protestas en Gran Bretaña, en el siglo XVIII e inicios del XIX, fueron muy parecidas a las de Duwaimeh. Tanto el temor de que la vacuna al final trajera efectos negativos, como la duda sobre la legitimidad del Rey para obligar a nadie a hacer algo sobre su cuerpo, se hicieron sentir desde el primer momento.  

Frente a Shaheen, el empresario William Tebb (1830-1917) podría haberle parecido a los funcionarios británicos su antípoda civilizado. No obstante, fue el líder de un amplio movimiento antivacuna, que estuvo involucrado en la fundación de dos sociedades antivacunación, la de Estados Unidos (1879) y la de Gran Bretaña (1880).

En 1880 se reunió en París el Primer Congreso Anti-vacunación, con delegados de una veintena de países. Sus tesis pueden sorprender el día de hoy: la viruela no es en realidad tan peligrosa y la vacunación expone otras enfermedades peores, como, a su juicio, la sífilis. En Internet se puede leer su Sanitation, not Vaccination the True Protection against Small-Pox (1881), uno de los seis libros que escribió, con las comunicaciones del evento. Aquello parecería seudociencia superada, pero en los últimos años hemos visto argumentos similares con el sarampión o la COVID. 

Aunque en lo personal Tebb no hizo énfasis en la religión, la mayor parte de sus seguidores sí lo hicieron. Un punto básico de Tebb era el de la libertad individual para escoger ser vacunado, pero hay que recordar que ella, en el entorno del protestantismo anglosajón, suele adquirir una dimensión religiosa: por sobre todas las cosas, esa libertad ha de manifestarse en el derecho de vivir según los principios de la religión.  

La principales tesis antivacunas, como las de que producen autismo o que la “sobrevacunación” al final hace daño, presentan evidencias que son mucho más débiles que las alegadas para desmentirlas, pero no parecen inmutar a sus creyentes más firmes. 

Por supuesto, esto no significa que todas las dudas sean un asunto de fe: ¿no fue la vacuna de gripe porcina de la década de 1970 un fiasco que, esta vez sí, produjo más daños que beneficios? ¿Es imposible que eso vuelva a ocurrir? Con respecto a las vacunas de la COVID-19: ¿no es razonable tener dudas de algo desarrollado tan rápido, acicateado por la desesperación y la necesidad de levantar las cuarentenas? No obstante, no se trata de las preguntas que mueven lo fundamental del movimiento antivacunas, ya que no se formulan por las vacunas en sí, sino sobre ciertos aspectos de las mismas.

A cien años de su carcelazo, los temores de Shaheen, o sobre todo los de Tebb y sus médicos y otros profesionales educados de las Sociedades Antivacuna, no sólo siguen tan presentes como siempre, sino que se despliegan con una libertad que no tuvo nunca el médico palestino (ninguno tiene temor de que lo metan preso) y, además, cuentan con redes sociales que les permiten llevar su prédica a muchas más personas que los aldeanos de Duwaimeh o los lectores, por muchos que hayan sido, de Tebb.

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