¿Dónde está el discurso en las fake news?

Usar términos adecuados, pertinentes y distintivos para definir el fenómeno de las fake news es, verdaderamente, un problema espinoso. En estas líneas nos ocuparemos de una de las aristas del problema, aquella que relaciona el estudio del discurso con el estudio de las fake news. Y, dentro de esta arista, dibujaremos brevemente uno de sus lados más filosos.

Las fake news son, fundamentalmente, un asunto de discurso. Son, materialmente en su realización y concepción, un hecho de lenguaje. Para enfocar esta caracterización, no bastan las herramientas de análisis que nos dan la gramática y la semántica. Es necesario poner a funcionar la pieza verbal en (o frente a) la máquina de producción y circulación institucional que llamamos periodismo, en su función de dar cimientos a la opinión pública en sociedades democráticas parlamentarias.

Como lo que nos interesa es el discurso, esta reubicación en la matrioshka institucional (la institución del lenguaje y la institución periodística) nos obliga a determinar cuáles elementos tocan nuestro interés. Estos se despliegan en la relación del lenguaje con sus actores y con el contexto material e inmaterial de producción cuyo estudio ocupa al análisis del discurso. Visto al revés, al análisis del discurso le interesa conocer cómo la pieza pseudonoticiosa, en una relación recíproca, daría cuenta de los actores y del contexto involucrados en su producción y consumo.

En este sentido, al estudio y abordaje crítico de las fake news le interesaría conocer qué tiene que decir el análisis del discurso, y, especialmente, el análisis crítico del discurso (en su tarea de develar los componentes ideológicos de la comunicación discursiva), sobre la naturaleza y función de las fake news. Lo que podríamos decir de la relación entre discurso y fake news obligatoriamente tendría que ser abordado desde (y en dirección a) las marcas de discurso que nos permiten conocer un tipo de funcionamiento.

Una de las características fundamentales de las fake news es su capacidad para disfrazarse de noticias genuinas. La circulación de pseudoinformación pseudoperiodística también tiene otros semblantes, pero dado que una pieza de fake news se presenta como noticia es necesario puntualizar en qué sentido lo hace. Una noticia puede ser vista como un hecho lingüístico general no definido institucionalmente en la matrioshka que hemos usado como metáfora. Según esto, tener noticias sobre algo es tener lo que nebulosamente se conoce como “información”. En otro sentido, ya ateniéndonos a nuestra metáfora, la noticia es un género periodístico.

Cada acepción requiere tratamiento especial. Aquí nos ocuparemos brevemente de la segunda, ya que es donde el fenómeno de fake news produce, por su capacidad mimética, más daño. Las fake news minan un pilar de la institucionalidad democrática. Una noticia falsa, en su acepción general, produce daño por su capacidad actual de diseminación viral. Pero una noticia periodística falsa o falseada, aparte de tener la capacidad de entrar en el circuito de la noticia entendida según la primera acepción, penetra la institucionalidad periodística y pone en jaque la credibilidad y la confiabilidad que reclama su función social. Aquí, el análisis del discurso nos dice dos cosas. O, más bien, nos dice una y calla la otra. 

La noticia, como género periodístico, en sus distintas formulaciones, responde a pautas discursivas que la obligan a presentarse, en muchos sentidos, como un dispositivo cerrado. Su presentación estándar, el presupuesto estructural que invoca en su recepción, opaca, incluso, su naturaleza verbal y, en su circulación, dirige el foco de atención a la información que suministra. En el estudio de su actividad impostora, una atención especial a las más mínimas variaciones de esta estructura ayudaría a despertar la voz de alerta. Aquí el análisis del discurso podría decir mucho.

Por otra parte, por el mismo hecho de mostrarse, en el mejor sentido, casi como fósil en su estructura, en la noticia periodística una pieza de fake news encuentra un huésped óptimo para enmascararse y emprender su diseminación viral con el ropaje del prestigio institucional que en realidad va minando. Aquí, el análisis del discurso no puede decir nada. Al hacerse inmune a la detección discursiva, la noticia minada pasa inadvertida cuando es escaneada por los instrumentos del análisis del discurso.

Sin embargo, la tarea de mimetización requiere algo más que una mala intención; también requiere conocimiento y destreza. Por omisión, detrás de las fake news que se presentan como noticias periodísticas perfectamente mimetizadas habría que sospechar de la existencia de un aparato sofisticado de producción. Por esto, aún si su conclusión es el silencio, aquí el análisis del discurso también puede aportar líneas de indagación.

Esta es sólo una de las maneras como el análisis del discurso podría entrar en el juego del estudio crítico de las fake news. Hay muchas otras que se vinculan tanto con la acepción general como con la periodística. Por ejemplo, en la detección y funcionamiento del componente “fake” de las piezas periodísticas de mayor aliento (reportajes de investigación o interpretativos), al estar menos sujetas a las determinaciones estructurales discursivas del género, al permitir colar ese ropaje retórico que llamamos estilo, al ser susceptibles de resbalar no tanto por las piedras en el camino sino por el relajamiento de atención que produce el extenso recorrido, su papel podría ser indudablemente importante. Para el estudio de las fake news asociadas a estas piezas periodísticas, el análisis del discurso serviría un camino verdaderamente regio.

Usar términos adecuados, pertinentes y distintivos para definir el fenómeno de las fake news es, verdaderamente, un problema espinoso. En estas líneas nos ocuparemos de una de las aristas del problema, aquella que relaciona el estudio del discurso con el estudio de las fake news. Y, dentro de esta arista, dibujaremos brevemente uno de sus lados más filosos.

Las fake news son, fundamentalmente, un asunto de discurso. Son, materialmente en su realización y concepción, un hecho de lenguaje. Para enfocar esta caracterización, no bastan las herramientas de análisis que nos dan la gramática y la semántica. Es necesario poner a funcionar la pieza verbal en (o frente a) la máquina de producción y circulación institucional que llamamos periodismo, en su función de dar cimientos a la opinión pública en sociedades democráticas parlamentarias.

Como lo que nos interesa es el discurso, esta reubicación en la matrioshka institucional (la institución del lenguaje y la institución periodística) nos obliga a determinar cuáles elementos tocan nuestro interés. Estos se despliegan en la relación del lenguaje con sus actores y con el contexto material e inmaterial de producción cuyo estudio ocupa al análisis del discurso. Visto al revés, al análisis del discurso le interesa conocer cómo la pieza pseudonoticiosa, en una relación recíproca, daría cuenta de los actores y del contexto involucrados en su producción y consumo.

En este sentido, al estudio y abordaje crítico de las fake news le interesaría conocer qué tiene que decir el análisis del discurso, y, especialmente, el análisis crítico del discurso (en su tarea de develar los componentes ideológicos de la comunicación discursiva), sobre la naturaleza y función de las fake news. Lo que podríamos decir de la relación entre discurso y fake news obligatoriamente tendría que ser abordado desde (y en dirección a) las marcas de discurso que nos permiten conocer un tipo de funcionamiento.

Una de las características fundamentales de las fake news es su capacidad para disfrazarse de noticias genuinas. La circulación de pseudoinformación pseudoperiodística también tiene otros semblantes, pero dado que una pieza de fake news se presenta como noticia es necesario puntualizar en qué sentido lo hace. Una noticia puede ser vista como un hecho lingüístico general no definido institucionalmente en la matrioshka que hemos usado como metáfora. Según esto, tener noticias sobre algo es tener lo que nebulosamente se conoce como “información”. En otro sentido, ya ateniéndonos a nuestra metáfora, la noticia es un género periodístico.

Cada acepción requiere tratamiento especial. Aquí nos ocuparemos brevemente de la segunda, ya que es donde el fenómeno de fake news produce, por su capacidad mimética, más daño. Las fake news minan un pilar de la institucionalidad democrática. Una noticia falsa, en su acepción general, produce daño por su capacidad actual de diseminación viral. Pero una noticia periodística falsa o falseada, aparte de tener la capacidad de entrar en el circuito de la noticia entendida según la primera acepción, penetra la institucionalidad periodística y pone en jaque la credibilidad y la confiabilidad que reclama su función social. Aquí, el análisis del discurso nos dice dos cosas. O, más bien, nos dice una y calla la otra. 

La noticia, como género periodístico, en sus distintas formulaciones, responde a pautas discursivas que la obligan a presentarse, en muchos sentidos, como un dispositivo cerrado. Su presentación estándar, el presupuesto estructural que invoca en su recepción, opaca, incluso, su naturaleza verbal y, en su circulación, dirige el foco de atención a la información que suministra. En el estudio de su actividad impostora, una atención especial a las más mínimas variaciones de esta estructura ayudaría a despertar la voz de alerta. Aquí el análisis del discurso podría decir mucho.

Por otra parte, por el mismo hecho de mostrarse, en el mejor sentido, casi como fósil en su estructura, en la noticia periodística una pieza de fake news encuentra un huésped óptimo para enmascararse y emprender su diseminación viral con el ropaje del prestigio institucional que en realidad va minando. Aquí, el análisis del discurso no puede decir nada. Al hacerse inmune a la detección discursiva, la noticia minada pasa inadvertida cuando es escaneada por los instrumentos del análisis del discurso.

Sin embargo, la tarea de mimetización requiere algo más que una mala intención; también requiere conocimiento y destreza. Por omisión, detrás de las fake news que se presentan como noticias periodísticas perfectamente mimetizadas habría que sospechar de la existencia de un aparato sofisticado de producción. Por esto, aún si su conclusión es el silencio, aquí el análisis del discurso también puede aportar líneas de indagación.

Esta es sólo una de las maneras como el análisis del discurso podría entrar en el juego del estudio crítico de las fake news. Hay muchas otras que se vinculan tanto con la acepción general como con la periodística. Por ejemplo, en la detección y funcionamiento del componente “fake” de las piezas periodísticas de mayor aliento (reportajes de investigación o interpretativos), al estar menos sujetas a las determinaciones estructurales discursivas del género, al permitir colar ese ropaje retórico que llamamos estilo, al ser susceptibles de resbalar no tanto por las piedras en el camino sino por el relajamiento de atención que produce el extenso recorrido, su papel podría ser indudablemente importante. Para el estudio de las fake news asociadas a estas piezas periodísticas, el análisis del discurso serviría un camino verdaderamente regio.

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