Tecnología, redes sociales y desinformación
Con los grandes avances tecnológicos de las dos últimas décadas que han permitido la aparición de las redes sociales, las formas de circulación de la información y cómo las personas se vinculan a ella, ha venido cambiando sustancialmente.
En todas las investigaciones que se realizan actualmente se indica claramente el espacio que cada día ganan estas nuevas herramientas de comunicación, en los tiempos de atención que cada ciudadano les dedica.
Esta data es conocida ampliamente por quienes están detrás de los intereses que promueven la desinformación. Éstos también conocen la velocidad a la cual se propagan informaciones sin fundamento pero escritas con una habilidad profesional para hacer caer por incautas a la mayoría de las personas, según el deseo correspondiente.
Esta mezcla, de manera mal utilizada, se ha convertido en una maquinaria activa permanentemente, que busca confundir, movilizar, desmovilizar, dispersar, dividir, entre otras conductas en las poblaciones objetivo, según sea el caso de quien promueva la desinformación.
Este desarrollo tecnológico y comunicacional cada día se siembra con mayor fuerza en las personas. Ello hace que también se convierta en un verdadero tesoro para quienes deseen propagar noticias ajustadas a sus estrategias de control del poder o para quienes deseen obtenerlo, sin escrúpulos, ante las consecuencias de sacrificar la verdad para potenciar determinados intereses.
Campañas electorales, caldo de cultivo por excelencia
Los periodos de campañas electorales permiten un conocimiento más exhaustivo de quienes optan por el poder. Son auténticas “guerras” reguladas por esquemas civilizatorios y republicanos para dirimir diferencias ideológicas, programáticas y de intereses contrapuestos en un ejercicio de convivencia democrática.
Sin embargo, como nos lo ha demostrado la historia con enorme saciedad, muchas de estas campañas se convierten en un ejercicio de descrédito del adversario de manera de poder desestimular el voto hacia él y ganarlo para el contrincante.
Con las redes sociales se ha potenciado la utilización de la desinformación en las campañas electorales. La difusión de encuestas “amañadas” o “manipuladas” para crear matrices de apoyo; falsas declaraciones que parten de cuentas anónimas, organizadas para crear tendencias digitales que luego se transformen en reales; denuncias infundadas que se presentan como verdades absolutas para desacreditar; fotografías o videos trucados con verdadera magia para hacerlos parecer reales; entre muchísimas formas más de utilizar la desinformación para ganar votantes, desmovilizar a adversarios y desacreditar cualquier información que pretenda detener aspiraciones al poder.
Las campañas electorales de los nuevos tiempos van íntimamente ligadas a las redes sociales y a las nuevas tecnologías de la comunicación, pero lamentablemente, también se han constituido en el escenario ideal para la propagación de desinformación y la distorsión del verdadero sentido de la democracia.
El día “D”: elecciones y desinformación
El día de las elecciones la tensión aumenta. Los nervios se alteran y el clima se vuelve propicio para la propagación de rumores. Todo el mundo está expectante desde tempranas horas de la mañana acerca del resultado de los comicios. Mejor ambiente para la propagación de desinformación, imposible.
Con la aparición de las redes sociales y las nuevas tecnologías de la comunicación se han potenciado las cajas de resonancia que permiten esparcir por doquier informaciones que no gozan de ningún sustento, pero ante el ambiente tenso reinante, es fácil de manipular y propagar.
Los días de elección se han convertido en un auténtico laboratorio de desinformación que le ha venido haciendo un enorme daño a los sistemas políticos de índole democrático. Con la potenciación de la desinformación ha venido creciendo el autoritarismo. Es una ecuación muy delicada que incide negativamente en las sociedades, limitando derechos y libertades.
El día de las elecciones o día “D”, como comúnmente se le conoce, debería ser de máximo civismo y apego a las normas de convivencia democrática; no obstante, los procesos de desinformación terminan convirtiéndolos en ira, rencor, odio exacerbado, desconocimiento del adversario y de las normas esenciales para la regulación de eventos de esta naturaleza electoral. Esto, a la larga, va socavando a las instituciones y va creando un desencanto generalizado hacia la democracia con consecuencias terribles para la vida civilizada.
Ahora, más que nunca, la sociedad debe responder cabalmente a las manipulaciones que se intentan a partir de la desinformación en asuntos electorales. “Cazar fake” es algo que todos debemos aprender a hacer. Nunca antes se hicieron tan necesarias las organizaciones que se dedican a desmontar los procesos de desinformación. La democracia no se puede dar el lujo de seguir permitiendo esta práctica nefasta.