Control social por desinformación

Dicen los psicólogos que hay emociones que paralizan y otras que movilizan. Se sabe – según los expertos- que mientras que la tristeza paraliza, la rabia moviliza. El caso es que las pasiones humanas juegan un papel preponderante en la opinión pública. Casi nadie puede permanecer indiferente ante ciertos tipos de hechos. La otra ventaja que ofrece basarse en las pasiones (con la intensión de manipular la opinión pública) es que, ante la visceralidad que generan ciertos hechos e imágenes, es difícil pensar con calma y cabeza fría.

Contextualicemos. Venezuela está en un entorno caracterizado por un autoritarismo creciente que cada vez ocupa más espacio en la sociedad; según la ruta observada, se dirige hacia una dictadura totalitaria. Semejante meta (el totalitarismo) requiere algo más que fusiles; necesitan un robusto sistema de manipulación de masas que logre vencer y convencer por vía de la alienación o, en su defecto, que logre amedrentar o desmoralizar lo suficiente para someter al “enemigo”.

Al pasearnos por tales escenarios y analizar el sistema de control (por control nos referimos a la combinación de métodos de bloqueos, censura, propaganda, chantaje, desinformación y condicionamiento) informativo observamos algunas técnicas recientemente ensayadas, dentro de una sólida política de control social.

Técnicas recientes:

Cuando nos referimos a técnicas recientes, no se trata necesariamente de tácticas innovadoras, sino de métodos que han quedado en evidencia que se aplican de manera sistemática en los últimos días. Uno de ellos es el uso de fake news desde medios de comunicación relativamente sólidos, y no solo desde cuentas bots o fuentes anónimas.

Tal es el caso de la supuesta detención de la teniente de la GNB María Palmera, quien agredió físicamente a la abogada barquisimetana Eva Leal (en un acto de brutalidad policial muy parecido al asesinato del estadounidense George Floyd). En el video que se viralizó en redes sociales el pasado 23 de junio –día del abogado- se evidencia a una mujer de la Guardia Nacional Bolivariana, literalmente pisando con su bota militar a una profesional del derecho, quien mostraba un rostro ensangrentado arrastrado por el asfalto. La connotación semiótica de la imagen fue   verdaderamente poderosa: la bota militar pisando el rostro de la ley –rostro popular además- el día del abogado. Fue tal el estupor causado por las imágenes (y de allí las líneas iniciales de este escrito) que el caso corrió como la pólvora en redes sociales y diversos gremios, y junto a la opinión pública denunciaron el hecho y se movilizaron de diversas formas. Pocas horas después se difundió la noticia: “La teniente Palmera está presa”. Reputados medios de comunicación replicaron la noticia cuya fuente no estaba clara. Posteriormente, haciendo una búsqueda detallada, nos damos cuenta que la fuente de la información proviene de ciertos periodistas y medios de comunicación estrechamente vinculados con el gobierno regional.

No duró mucho tiempo para que la fake news fuera desmentida, y los más acuciosos confirmaran que la noticia era falsa; no obstante, el mal ya estaba hecho y parte de la opinión pública aún hoy desconoce que la teniente no fue arrestada. ¿Qué ganan con una mentira de tan corto alcance? Mucho, pues es un corto alcance en tiempo, pero es un alcance significativo en desmovilización y en bajar presión.

Al respecto, vale la pena recordar la famosa fake news de la supuesta toma de la plaza verde de Trípoli por parte de los rebeldes libios, semanas antes de que realmente sucediera. A los pocos días quedó en evidencia que la noticia era falsa, había sido una puesta en escena, no obstante, el rédito político y militar de aquella mentira permitió un significativo avance al movimiento anti Gaddafi. Es decir, se trata de tácticas de guerra de nueva generación que, bien ejecutadas, permiten conquistar ciertos objetivos.

El 25 de junio, apenas dos días después del caso de la teniente Palmera, se difunde una noticia de interés global: “Cabo Verde otorga liberación a Alex Saab”, rápidamente se estremecieron las redes sociales por la noticia dada por el canal Globovisión (medio de comunicación estrechamente vinculado con el gobierno de Maduro). El patrón fue similar al caso anteriormente narrado; en pocas horas se evidenció que la información era falsa, pero la fake news generó una traza de opiniones (y seguramente de movimientos) que pudieron ser observados y analizados por los organismos de inteligencia correspondientes.

Política de control social

Lo anteriormente descrito pudiera ser interpretado como un error humano o, incluso, como una “travesura” periodística, sino se toma en consideración el contexto: Un gobierno con un sólido sistema de control social con visos totalitarios.

El control social basado en la manipulación de masas es quizá una de las más temibles formas de dominación que pueden existir, pues a partir de la información individual (se supone que privada) con herramientas de big data y expertos en la materia, se pueden diseñar políticas comunicacionales hiper segmentadas con mensajes que logren la manipulación de las masas; lo que conlleva a un control social casi imperceptible por parte de la víctima.

Un caso que ha generado escándalo reciente en el mundo occidental es narrado en el documental El gran hackeo, que es basado en el caso de la empresa consultora Cambridge Analityca, la cual logró cambiar el rumbo de la campaña presidencial de Trump en 2016, gracias a los mensajes hiper segmentados difundidos al universo de votantes de EEUU. La gran crítica es que estos mensajes fueron tan eficaces en vista que la empresa tuvo acceso a información personal de millones de votantes a través de sus cuentas de Facebook, escándalo que salpicó de manera evidente a esta red social.

Cambridge Analityca logró cambiar el rumbo de las elecciones de EEUU (y según el documental, también influyó de manera determinante en los resultados del referendo del BREXIT en Inglaterra), teniendo acceso a la información privada de 10 a 20 % de la población de esos países. ¿Qué pasaría entonces si existiera un caso en el cual se tenga acceso a la información privada               – incluso íntima – de 70 % de toda una sociedad? ¡Bienvenidos a Venezuela!

Los límites para tener acceso a casi cualquier información, son sólo éticos y quizá jurídicos, porque técnicamente es posible; estamos hablando del “Sistema Patria” en el cual están registrados un poco más de 20 millones de venezolanos y que es una plataforma con una robustez informática superior a la de todos los bancos privados y públicos del país. En este sentido, la información personal disponible (y la capacidad técnica para acceder a ella) es una realidad. ¿Los límites? La ética de quienes gobiernan.

Pero; ¿qué tanto pueden saber de nosotros quienes manejan el Sistema Patria? Por ejemplo: (entre otras cosas y no se limita a) edad, correo, lugar de vivienda,  teléfono, padres, hijos, pareja, transferencias bancarias, lo que compra, en donde lo compra, cuando lo compra, pago de servicios, cuentas bancarias, todo lo referente a su abastecimiento de gasolina (cuándo, cuánto y dónde abastece) médico tratante y sus datos, medicinas que toma, patologías que sufre (tales como insuficiencia cardíaca, obesidad, cáncer y/o 50 patologías más) si es o no fumador o alcohólico, datos exactos de su vehículo y, como si fuera poco, tienen su huella dactilar.

En tal sentido, las herramientas para construir una narrativa desinformativa están sobre la mesa.

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