Con la educación que tenemos hoy, el futuro se ve muy lejano

infografía Educación Venezolana 2021

“Soy maestra de cuarto grado. Tengo 8 años como docente y si  preguntan si quiero seguir dando clases, la respuesta ahora mismo es, no estoy muy segura de querer hacerlo. La  decepción es muy grande, no solo por el sueldo miserable, sino porque estoy muy insatisfecha con lo que hago. De 25 estudiantes, se conectan solo 12 y nunca los mismos 12. Al final los supervisores me dan la orden de que hay que aprobarlos a todos. Esto no tiene ningún sentido. Sobre las clases presenciales, creo que las cosas no cambiarán mucho.”

La situación educativa en Venezuela empeora. La pandemia ha recrudecido la ya preexistente  emergencia humanitaria compleja para el sector educación, diagnosticada desde 2018. A pesar de que no existen cifras oficiales desde el año 2015, año en que se publicó por última vez la Memoria y Cuenta del Ministerio de Educación, investigadores y organizaciones gremiales se han dado a la tarea de mostrar cifras recopiladas a través de los diferentes observatorios que existen en el país. En todo caso, pese al oscurantismo gubernamental, se está ante una realidad que pareciera imposible de ocultar.

Testimonios como el que se muestra al comienzo de este escrito, están a la orden del día. Voceros del Colegio de Profesores de Venezuela (CPV), la Federación Venezolana de Maestros (FVM) y de la Unidad Democrática del Sistema Educativo (UDSE), han manifestado de manera reiterada que, por lo menos, 40 % de los docentes han abandonado sus cargos, bien para dedicarse a oficios diferentes, bien para seguir la senda de la diáspora en búsqueda de un  mejor futuro.

En cuanto a la matrícula estudiantil la situación no es tan diferente. El Boletín para 2021 de la Asociación Civil Memoria Educativa Venezolana, así como los resultados de la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (ENCOVI) de 2020, informan que existe aproximadamente un 30 % de estudiantes de 3 a 18 años que se encuentran fuera de las aulas.  Serían unos 3 millones de niños y jóvenes, cuyo destino ha sido la calle, o el mercado de trabajo, en el mejor de los casos. Las cifras que aportan tanto Memoria Educativa Venezolana como la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida corresponden a 2019, pero hay que dejar claro que la disminución del número de inscritos ha venido decayendo por lo menos desde el año 2007 (Boletín-MEV, 2021).

Por ejemplo, si tomásemos como referencia el año 2005, cuando el número de inscritos en educación inicial, primaria y secundaria ascendió a 8.071.959, y acto seguido, observamos que para los años siguientes la disminución continuo de manera crónica hasta el año escolar 2019-2020, cuando la caída fue de un 27 % (5.853.502) con respecto a 2005; no podemos más que estimar que se trata de un problema estructural, quizás agravado por la pandemia, pero no atribuible a ella.

La situación no parece ser diferente para la educación universitaria. Después que en 2017 el gobierno declaró que Venezuela tenía la matrícula de estudiantes universitaria más alta de América Latina, con 3 millones de cursantes, se ha observado una caída promedio de aproximadamente un 19 % para los siguientes 2 años.

Muchas han sido las razones de esta caída de la matricula a todos los niveles. Antes de la pandemia, la migración forzada hizo retirar a muchos niños de la escuela, la situación de precariedad económica arrojó a muchos escolares al mundo del trabajo, la desaparición de los programas de alimentación quitaron un incentivo para ir a la  escuela, la falta de servicios básicos en los planteles desestimuló la asistencia de alumnos y profesores.

Por otra parte, la sobrevenida pandemia sumó nuevos obstáculos a la recuperación de la matrícula. Factores como las dificultades para el acceso a un internet catalogado como de los que tienen menos velocidad y menos cobertura en la región, la cada vez más difícil posibilidad de adquirir los equipos tecnológicos necesarios por parte de estudiantes y profesores, la escasa formación en educación virtualizada y la sensación de no haber obtenido los conocimientos y competencias que se han debido adquirir, han desmotivado a muchos estudiantes y a no pocos padres y representantes. Sin mencionar que una cantidad importante nunca ha tenido acceso a las clases virtuales por razones de pobreza o falta de cobertura.

Especulemos un poco. Sustituyamos realidades por deseos y partamos del supuesto de la recuperación pronta y rápida de la economía del país, del clima político, y la confianza. Imaginemos que gracias a esta nueva situación, hay un retorno masivo de venezolanos queriendo reincorporar a sus hijos a la escuela, sumado a los que abandonaron las aulas sin irse del país. Asumamos que efectivamente son los 3 millones de niños y jóvenes entre 3 y 18 años que han señalado los expertos y los datos de la encuesta ENCOVI. En ese supuesto se requerirían más de 100 mil nuevas aulas, distribuidas en por lo menos 19 mil nuevos centros educativos y no menos de 212.000 nuevos maestros y profesores.

Ahora bien, si se verificara lo anterior, se tendría que resolver el menudo problema que representa conseguir a los enseñantes que hacen falta. Si se observa la dinámica de inscripción de nuevos estudiantes en los pedagógicos y escuelas universitarias de educación, así como el egreso de nuevos profesionales de la docencia, se advertirá que en los próximos 10 años será difícil cubrir ese déficit.

Analicemos el caso de la Universidad Pedagógica Experimental Libertador, la universidad que forma a buena parte de los maestros y profesores de primaria y secundaria en sus más de 7 institutos distribuidos a lo largo del país.

Según los datos aportados por la Dirección General de Planificación y Desarrollo- a través de la Coordinación Nacional de Registro y Análisis Estadístico, para el año 2009 contaban con 105.239 inscritos en todas las especialidades pedagógicas, pero para 2020, apenas contaban con una matrícula de 42.355, lo cual supone una reducción de 60 % con respecto a 10 años atrás.

Las cifras de nuevos ingresos año a año también son alarmantes. Para el año 2008 se inscribieron como nuevos currantes un total de 30.022 jóvenes, para 2020 solo se inscribieron 3.292 en todo el país. Una reducción del 89 %.

Efectivamente necesitamos más docentes, las renuncias han agravado la ya delicada situación que había venido denunciando desde hace unos 4 años atrás. Sin embargo, el ritmo de egresados de la UPEL no promete solucionar tan enorme déficit para los próximos años. Mientras que entre  2010 y 2015  egresó un promedio de 13.381 estudiantes por año, de 2016 a 2020 egresó un promedio de 1.311 nuevos docentes en todo el país. A ese ritmo tardaríamos generaciones para cubrir todas las plazas necesarias.

Las escuelas de educación de las universidades también han vivido situaciones similares. La Escuela de Educación de la Universidad Central de Venezuela contaba para el año 2004 con 4.157 estudiantes matriculados, casi tanto como los 5 mil estudiantes matriculados en la Facultad de Ciencia de la misma universidad, con sus 5 escuelas. Para 2019 la matrícula de la Escuela de Educación se redujo a 829 estudiantes.

Por otro lado, la Escuela de Educación de la Universidad Católica Andrés Bello ha tenido que reducir el número de Menciones por falta de estudiantes y ofrecer Becas para atraer a posibles nuevos ingresos. En otras universidades la situación es similar o peor. Ahondar en explicar las razones de esta baja demanda de estudios en el área pedagógica sería redundar en lo que de manera sintética expuso la maestra al comienzo de este artículo.

La situación, a nuestro entender, es delicada y requiere una política de Estado coherente para recuperar la educación del marasmo en que se encuentra en la actualidad. Lo que sí es cierto es que con docentes no graduados, reclutados a través del Programa Chamba Juvenil para cubrir las vacantes, se le hará un flaco favor a la ya muy deteriorada calidad de nuestra educación.

Finalmente, la reconstrucción de Venezuela dependerá, en buena medida, de talentos calificados en todas las áreas. Quizás algunos regresarán cuando mejoren las condiciones que los obligaron a migrar, pero la mayoría serán los que formemos hoy en el país. De no haber cambios profundos en el sistema educativo, la bien ganada fama en el mundo de la alta calificación de nuestros profesionales, quedará solo como una leyenda del pasado.

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