En estos días, los países del mundo occidental están ávidos de comprar las informaciones que vienen de Afganistán, y si algo está produciendo en grandes cantidades el empobrecido país asiático son medias verdades. Aunque sus tierras tengan probadas reservas de litio, uranio, bauxita, cobre, cobalto, carbón y hierro, hoy ante todo, Afganistán es tierra de bulos.
Después de 20 años de ocupación norteamericana, Afganistán se quedó sin gendarme y el ejército talibán regresó a Kabul. Con ellos llegó el interés del mundo por lo que acontece en este país que muchos habían olvidado. Y con el interés llegó la desinformación y las mentiras.
Además de las manifestaciones de preocupación, genuinas y fingidas, acerca del futuro que les esperaba a los habitantes de ese país, las redes comenzaron a llenarse de imágenes que daban cuenta de un horror en pleno desarrollo. Entre imágenes y relatos reales también se colaron otros que, aunque verosímiles, jamás ocurrieron o pertenecen a contextos diferentes. Todo eso ha dificultado la labor de precisar lo que en verdad está pasando en ese país ubicado a más de 13 mil kilómetros de Venezuela.
Un ejemplo son las fotografías de Clarissa Ward, corresponsal de CNN, que la mostraban con vestimenta occidental y, seguidamente, con un traje negro con apenas el rostro descubierto que dieron la vuelta al mundo.
La misma Ward se encargó de aclarar y dar contexto a ambas fotografías.
Pero así como este hecho casi anecdótico que pudo ser aclarado, hay muchas imágenes de éxodos masivos, que nada tenían que ver con lo que estaba ocurriendo.
Como en todos los casos de fabricación de bulos, la clave está en determinar quién se beneficia con que se riegue el dato falso o impreciso. Y no solamente los medios de comunicación que hacen clickbait ganan con la difusión de mentiras. Los bandos en conflicto son los primeros interesados en crear confusión.
Talibanes 2.0
Apenas se está instalando el gobierno talibán en Kabul y solo hay una certeza: están decididos a usar las redes sociales a su favor. Aunque antes fueron enemigos de Internet y hasta lo prohibieron, ahora, a través de twitter, difunden promesas de inclusión y se desvinculan de los relatos de castigos y asesinatos por los que son recordados. “Hay un inmenso diseño de información en torno a la narrativa talibán en este momento. Vemos a muchos de estos talibanes jóvenes con una nueva cuenta de Twitter que se mantienen publicando fotos de mujeres caminando en Kabul, mujeres que van a trabajar a Kandaha”, dijo a EFE el investigador de temas de terrorismo y autor del libro The ISIS Peril, Kabir Taneja, según reseña La Voz de Galicia.
Hay también una serie de videos que muestran a integrantes del ejército talibán haciendo gala de buen humor y “disfrutando” las instalaciones que recién ocupaban como gimnasios y hoteles. Parece que dijeran: “los talibanes son como tú”.
Está claro que, si bien los hechos indican otra cosa y no son pocos los hechos comprobados de tortura y violencia, ahora los talibanes han intentado mostrarse moderados ante la comunidad internacional e incluso han prometido respetar a los ciudadanos que permanezcan en el país, aun después de colaborar con Estados Unidos.
Todos mienten

Pero no solamente el ejército talibán tendría interés por falsear la verdad. Para las tropas norteamericanas la salida de Afganistán significa una afrenta de proporciones descomunales. Es de imaginar que la batalla que no pudo sostener sobre el terreno intentará trasladarla a la opinión pública para hacer control de daños de veinte años desperdiciados. Eso podría explicar el porqué ahora, y no antes, se divulga tanta información acerca de la ineficiencia, la corrupción e incapacidad del régimen que se intentó sostener desde comienzos de siglo y que no fue capaz ni de desarrollar un ejército medianamente competente, y mucho menos dar respuesta a las necesidades de la población.
Según un informe de la inteligencia americana, el gobierno afgano estaba en capacidad de sostenerse en el poder por al menos seis meses, pero fueron suficientes unas pocas semanas para que los talibanes tomaran el control total del país. Hay que buscar otro que cargue la culpa del desastre.
Recrear una supuesta vida apacible en el Kabul controlado por occidente, también daba buenos dividendos en la opinión pública occidental que siente temor, especialmente, por el destino de las afganas.
Se quiere jugar con emociones que pueden tener una lectura en occidente y que para el contexto afgano signifiquen muy poco. Ver la realidad afgana con ojos de occidental ha sido un error estratégico en materia geopolítica, pero también un caldo de cultivo para la desinformación